Este es un post de invitado de Joan Peiron, fundador de El Taller – Escola de Dibuix.
Solo quiero comentar que cuando vi los cuadros de Joan me quedé pegado a ellos.
Tenían fuerza.
Reflejaban paisajes derruidos, desoladores y con gran encanto.
Y me fascinó su técnica.
Así que no dudé en hacerle la propuesta de colaboración y el resultado es fabuloso. A continuación encontrarás preciosas imágenes acompañadas de un texto conmovedor y emocionante escrito por alguien más acostumbrado a expresarse con el dibujo que con las palabras.
(He de decir que los dibujos en la realidad son más imponentes que estas fotografías pero al menos te darán una buena idea)
Te dejo con el texto de Joan Peiron
La Belleza de la Decrepitud
A principios de julio recibí un correo de Pablo Domingo dónde me contaba que había visto unos cuadros míos en el restaurante La Vicaria, en Vic, y me proponía hacer un post sobre mi pintura en su blog.
Me sorprendió mucho y me pareció una idea genial.
No estoy demasiado acostumbrado a escribir sobre lo que pinto, por lo que me costó un poco encontrar la forma (y el momento). Pero al final creo que más o menos conseguí sintetizar lo que pasaba por mi cabeza:
Me llamo Joan Peiron y nací en Vic en 1984.
Me licencié en Bellas Artes y enseguida empecé a trabajar como profesor en la escuela municipal de dibujo de mi ciudad. El año pasado, después de siete años, dejé este trabajo y abrí mi propia escuela. Durante este tiempo también he ido pintando mis cuadros.
Las pinturas de las que os hablaré a continuación forman parte de una exposición que hice en 2012 titulada “Abstraccions Urbanes”.
Jordi Vilarrodà, el periodista que hizo la reseña en el periódico local, la tituló “La belleza en la decrepitud”, y Pablo, cuando le pedí que me propusiera un título para este artículo, dijo “La belleza en los espacios arquitectónicos degradados”.
Sin duda esto de “belleza” es un elogio que agradezco muchísimo.
Pero es también una coincidencia sorprendente. Sobre todo teniendo en cuenta que, cuando pinto, jamás pienso en la belleza ni en nada parecido. Para mí pintar tiene más que ver con la mala leche. O con el aprovechamiento del cabreo, digamos.
La Opinión Pictórica
Me doy cuenta que pueden interesarme formas de expresión muy distintas.
Pero hay algunas en concreto que me rinden, que me ponen la piel de gallina, que me hacen llorar de emoción.
¿Cuándo sucede esto? Creo que cuando hay cierta coordinación entre la forma que tiene un autor de estar en pie de guerra contra la realidad y la forma que tengo yo de estar en pie de guerra contra la realidad. Funciona como un regalo inesperado. De pronto dices:
“¡Vaya! ¡Esto es exactamente lo que necesitaba!
¡Pero jamás se me habría ocurrido!”
A veces estos regalos te los hace el paisaje.
Vas andando por la calle y de pronto lo ves. Hay algo en la luz y en las formas que te retuerce el estómago, porqué te está dando la razón. Lo que tienes delante es exactamente lo mismo que piensas sobre las cosas. Sobre la vida.
Entonces sacas una foto.
Puede ser una buena foto.
Pero en general es solo una buena foto para ayudarte a pintar el cuadro que has visto.
Luego la imprimes y te pones a trabajar.
Si no sucede nada raro, cuando das por acabado el cuadro, das por acabada la expresión de una opinión: una opinión pictórica.
¿Y qué es una opinión pictórica?
Pues creo que lo mismo que una opinión verbal, pero que se origina en un sitio distinto del cerebro, circula por canales de sensibilidad distintos, se dirige a un lugar distinto también en el cerebro del espectador y sirve para hablar de las cosas de una manera distinta.
Quizás de una manera más general, más climática.
A mi modo de ver, debe de suceder algo parecido con las opiniones musicales, las opiniones fotográficas, las opiniones poéticas, etc.
La verdad es que no tengo ninguna prueba de que esto funcione así. Hablo por intuición.
Sin embargo, lo que sí sé es que podéis encontrarme en una exposición de Pep Ricart, por ejemplo, mirando uno de sus dibujos o una de sus esculturas, y daros cuenta de que tengo los ojos empapados de lágrimas. Eso es porque, sin que nadie me lo haya contado, sé exactamente de qué va todo aquello. Y estoy extremadamente de acuerdo.
Cómic, Arte y Abstracción
Mi primer contacto con el dibujo fue a través de los cómics que mis padres tenían en casa.
Mis primeros maestros fueron Tillieux, Peyo, Franquín, Hergé y Uderzo.
Hoy en día siguen siendo mi principal influencia. Los cuadros que hago, inevitablemente tienen algo de viñetas grandes.
El tema de “EL ARTE” daría para otro artículo, pero el caso es que en la vida de alguien interesado en el dibujo, acostumbra a llegar el momento en el que se plantea si debería dejar de dibujar cómics y ponerse a pintar como los “ARTISTAS DE VERDAD” (risas). Mi respuesta a este dilema es que, en caso que hubiera alguna necesidad de utilizar el término “artista”, no conozco artistas más de verdad que los citados en el párrafo anterior.
A parte de mis dibujantes de cómic favoritos también me ha influenciado la obra de otros pintores.
Pintores que son comúnmente reconocidos como “GRANDES MAESTROS”, en algún caso muy a su pesar. Entre estas influencias están:
- La Vista de Delft y El callejón, de Vermeer,
- La Façana posterior de Isidre Nonell (una acuarela de 1883 que tuve la suerte de ver en una exposición en Llançà)
- Egon Schiele
- Paul Klee
- Jean Dubuffet
- y Lucian Freud (en especial un cuadro suyo titulado Wasteground with houses, que también pude ver en Caixa Forum en 2002).
Esto tenía más o menos en la cabeza cuando pinté estas acuarelas en 2012.
El tema de la abstracción también me interesaba.
Me interesaba ese momento en el que una ventana deja de ser una ventana para convertirse en pintura, o sea, en un símbolo. Un símbolo de este lenguaje pictórico que luego permite articular opiniones pictóricas.
Decidí que para provocar esa abstracción, en ninguno de los cuadros podía aparecer el cielo ni tampoco ningún ser vivo.
Tiempo después leí una opinión de Jean Dubuffet según la cual la pintura tenía que ser plana. No me gusta que nadie diga cómo tiene que ser la pintura, pero igualmente me sentí identificado.
Técnica y Dosificación del Defecto
La técnica no me parece un fin, pero tampoco me parece un medio exactamente… más bien me parece una consecuencia.
Cuando tienes algún tipo de motivación estética que te mueve a pintar, escribir, tocar un instrumento o lo que sea, creo que la técnica no es algo que tengas que usar. Es algo que acaba sucediendo.
Mi principal batalla técnica con la pintura consiste en encontrar la forma adecuada de hacer las cosas mal. O, por decirlo de otro modo, encontrar la forma de que las cosas sucedan con la negligencia justa.
¿Y cómo se hace esto?
Pues no lo sé muy bien, porque no se hace adrede del todo. Se trata de provocar una situación de semidescontrol.
En el caso concreto de estas acuarelas usé un truco: dibujé directamente con tinta sin antes haber esbozado nada con lápiz. Empezaba por el sitio que me parecía mejor y, trazo que hacía, trazo que daba por bueno, hasta que el dibujo quedaba terminado.
Ese método provocaba dos cosas: por un lado todo salía con una “negligencia” bastante “justa”, y por otro, había algo de vértigo en el momento de dibujar. Algo de salto al vacío que me obligaba a un estado de concentración especial. Un poco en plan ritual. Creo que de algún modo esto se plasma también en el resultado final.
Con el color intenté hacer lo mismo: mancha que hacía, mancha que daba por buena.
Para hacer algunas texturas tuve que insistir, pero en general traté de ser generoso con el pigmento y rápido al provocar la mezcla de colores, de forma que al secarse las manchas, de buenas a primeras quedaran con la luz y la intensidad justas.
Bien, pues creo que más o menos he contado todo lo que se podía contar… Muchas gracias a Pablo por dejarme escribir esto. Y muchas gracias a todos los que habéis tenido la paciencia de leerlo.
Hasta la vista.
Joan.